domingo, 9 de diciembre de 2012

Éxtasis

Granada
Su boca suele ser lo mejor del día. Sus labios rojos, suaves y húmedos. Esa lengua que descansa en el interior, que se entrelaza con la mía en el momento preciso. Justo cuando abres los ojos, despacio, y pestañeas dos veces antes de mantenerlos abiertos. Cuando te desperezas y te das cuenta que sigo ocupando el mismo sitio que cuando nos fuimos a dormir. Que mi cabeza sigue apoyada en el cojín naranja, el que está al lado del tuyo. Luego te das la vuelta y sonríes como un niño pequeño,  me abrazas y quieres volver a dormirte. Pero ya es tarde y yo sólo quiero besarte y deshacernos en mimos. Juntar nuestros pies, los míos fríos. Dar vueltas por la cama, acariciarte lentamente y dibujar una sonrisa pícara. Deseando que no se acabe la mañana y no tengamos que levantarnos nunca. Hacer vaga en la cama. Que la ducha venga a nosotros y nos acaricie con ternura el agua caliente. Que el jabón resbale por nuestras cinturas, tus manos en mis cervicales, y la ropa en la habitación. Te has vuelto a dejar el albornoz colgando en el armario. Y la calefacción bajo mínimos. No quiero salir al exterior. Vamos a contar hasta cien y si a caso nos esperamos a que alguien nos llame, si es para comer, mejor. Y sino, pinta de azul oscuro el cielo que debemos quedarnos dormidos antes de que amanezca de nuevo. 

2 comentarios:

Isabel Motos dijo...

Fantástico.
Fantástico ese amanecer y el modo de narrarlo. Me ha encantado. Qué lujo sería despertarse así cada mañana, y tirando para la patria chica, aún más si es en Granada.
Un saludo! :)

JOAN dijo...

Descomunal post, me has transportado a mi refugio personal también, un domingo por la mañana, que os cuando estos placeres se pueden más o menos cumplir.

De verdad, describes de una forma maravillosa... Enhorabona :)