lunes, 24 de agosto de 2009

Último inventario [en días efervescentes]*


Y en medio de la nada apareció él.

Como si hubiese estado esperando un montón de tiempo. Como si supiera el momento exacto en el que debía aparecer. Como si supiese que le iban a esperar. Estaba destinado a enamorarlas, a regalarles flores y puestas de soles. A protegerlas, a cogerles de la mano e intentar no soltarlas.

Ni siquiera sabían su nombre. Aparecía justo cuando un corazón se empezaba a romper. Justo cuando una lágrima se asomaba. Era el típico caballero con capa y espada montado sobre un corcel blanco, que una niña de 6 años pintaría en un dibujo para el colegio, cuando le preguntasen de quien se querría enamorar de mayor. El princípe azul que incluso cuando tienes veinte años sueñas con poder atrapar algún día, que sabes que existe porque los libros te lo han retratado y las películas te lo han mostrado mil y una veces. Que las canciones de amor se escriben por algo.
Él era M A G I A. Era efervescente. Era como el Romeo que toda Julieta quisiera tener. Era abrazos en el sofá. Era caricias por la noche y por la mañana. Era besos dulces con sabor a mandarina en invierno o a sandía en verano. Era esperar horas y horas en la estación de tren, era uno de enero todos los días. Era equinnocios de febrero. Era lunas llenas. Era sonrisas sin pedir explicaciones, era golosinas con forma de corazón. Era miradas perdidas, era llamadas por la noche, era coincidencias. Era todos los besos que estaban escritos, todos los que quedaban por dar. Los que se daban a oscuras, a plena luz del día, en el coche, en una fiesta... era todos los bailes que quedaban por bailar, todas las canciones que faltan por escribir. Aquellas que debían escribirse. Aquellas que Luna escribiría des de su planeta sideral o que Índia compondría guitarra en mano sentada en el tejado para olvidar "sus" malos recuerdos.

viernes, 14 de agosto de 2009

Más inventario [en días "especiales"]

Y de pronto de su imaginación nació Índia (que se parecía tanto a Luna que asustaba).
Que tenía el pelo tan oscuro como el azabache. Sus ojos eran dos almendras rasgadas. Cuando se movía sus curvas sonaban como cascabeles. Si lloraba el cielo se enfadaba con ella y se teñía de gris oscuro y aparecían nubes y chubascos. Un buen helado, en tarrina grande, de fresa era lo único que la hacía levantarse de la cama.
Cuando se quedaba sin fuerzas cogía la guitarra y la tocaba hasta que le dolían los dedos y se sentía libre. Si se dejaba llevar se acordaba de los atardeceres subida arriba en el tejado intentando olvidar los malos recuerdos. Dejaba atrás la inocencia. Odiaba los lunes porque era el primer día de la semana y le encantaban los viernes porque sabía que el fin de semana tendría manta de colores, abrazos y películas por menos de unos sonrisas, que de hecho no le costaban ningún trabajo. (en realidad, no encontraba nada mejorp agado y sin menor esfuerzo que sonreír).
Su capricho eran las gominolas de colores. Lo que más le dolía, era verle tras el cristal de aquel bar, hablar por teléfono y observar como sus ojos atravesaban cualquier barrera, pero no podían verla. Le dolía no saber cuando regrasarán los días de cosquillas, de caricias en su pelo, de ...dibujar sábados dormidos en la cama.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Pequeño inventario [en días espaciales]*

Si tuviese que inventarme una historia sobre alguien especial, me inventaría a Luna.
Creo que de ella podría inventarme incluso cuál es el color de su pelo y la forma en que sus rizos caen sobre su espalda. Decir que el olor de su piel hipnotiza a todos aquellos transeuntes que se dejan llevar a su paso. Que tiene el don de hacer reír, de que una sonrisa suya se convierta en la más grande de las casualidades. Podría decir que le encantan los espacios abiertos y que todo lo que la envuelve se convierte en arte.Que le encantan las piruletas con forma de corazón y de color rojo, rojo brillante, que parece que hayas pintado con un plastidecor de esos con los que pintan los niños pequeños. Quisiera contarte que le gustaría escuchar de sus labios aquellas frases bonitas que dicen en los libros o en algunas películas. Podría decir, que se muere por dar amor y por bailar en una pista de baile llena de globos de colores, que tiene ganas de que le regalen flores y de ver películas de amor tumbada en la playa, con los pies descalzos arañando la arena y llenar sus pulmones de aire marino. Quisiera olvidarme de los mil defectos que podría llegar a inventarle como que sea cabezota o insegura, que le gustaría tener alas para poder escaparse muy lejos. Que le gusta imaginarse un mundo absurdo sólo para dejar de sentirse menos rara, más ella. Uno en el que pudiese invitar a todos aquellos que la hiciesen sentir querida, a todos aquellos que de verdad le importase y al revés. Supongo que a todos los que pareciese que iban a estar allí dándole abrazos y ánimos sin que ella los hubiese pedido. Aquellos que le regalasen sonrías un día cualquiera, mientras espera en la parada de autobús o mientras lee un libro sentada en un banco de algún parque.Podría decir que es esa canción que tantas veces ha sonado, que su voz aún sabe a despedida y que las noches de invierno se abraza a la almohada. Que le gustan los pijamas de ositos y que sueña con ese avión que perdió una vez y con norias que la transporten a las estrellas, con dar vueltas de campana montada en una nave sideral y hacer burbujas con jabón.