miércoles, 30 de mayo de 2012

Al menos diez años más

Volví. La Cerdanya
Fue con "Los puentes de Madison"-dijiste.
Tenías diez años menos y muchas ganas de vivir la vida como si fuese una película de amor.
Recuerdas aquel verano como si fuese especial porque fue el primero.
Tenías aquella ilusión pintada en la cara y aquellos nervios a flor de piel, que recorrían todo tu estómago de arriba a bajo y te hacían saltar de la silla y revolotear por toda la habitación. Hacían que tu mente crease más historias diferentes que nunca antes habías conseguido. 
Yo creo que te gustan las papelerías bonitas desde aquella tarde. Te gusta el tacto del papel couché y el  celofán de colores, y mirar a través de él y ver los cuerpos de otra tonalidad. Te gusta admirar la decoración de las tiendas y observar la delicadeza con la que todo está ordenado, la variedad infinita de sobres y hojas. Pero la mejor parte, sin duda, es la de las libretas, cuadernos, diarios..."Es que hay cientos para escoger. Todos tan bonitos. Tienes que abrirlos y olerlos. Y si aquel olor te devuelve alguna sensación. Debes escogerle". Y así fue. Diez años después sigue oliendo como la primera vez, te sigue transportando a aquel día en que lo compraste. Ahora, una década después, has visto brotar palabras y palabras de tu mente, reflejadas y guardadas en las páginas de tu cuaderno, entre páginas azules y rosas. Anotando delicadamente y con buena letra todo lo que te pasaba, tu día a día, sin escatimar en sentimientos. Todos los chicos que te han gustado y lo que has odiado. Has dibujado corazones y felices años nuevos. Cosas que quizá te has inventado para ponerle más emoción a tu vida, aunque has aprendido a rectificar a tiempo.
Un día dijiste " no hace falta que tu vida la escribas como una película, entonces sólo duraría dos horas. Y a esto, al menos, le quedan diez años más".  

jueves, 17 de mayo de 2012

Dulce cotidianidad

Tarragona
Amy Winehouse en el reproductor de tu ordenador. En el mío, sólo unos metros detrás de ti Camera Obscura con su the sweetest thing, en plan cita perfecta para dos, en plan como conquistar a ese chico que hace tiempo te gusta.  Yo intentando memorizar la letra y practicar inglés. Yo sentada en tu cama, lista para ir a cenar.  Hoy invitas tú.  Afuera el atardecer acecha, el sol está a punto de decirnos adiós por hoy. Adoro el verano por esto.  Porque ahora aún es de día. Porque puedes ir en manga corta y llevar vestidos de flores, llevar vestidos sin medias y camisetas de colores. Puedes disfrutar de batidos de leche merengada en la terraza de un bar y leer sin parar todos esos libros que acumulas durante el año. Puedes dar vueltas por la cama sin que nada se interponga en tu paso, sin que ninguna arruga de la manta se interponga entre tú y él. Puedes llevar un bolso pequeño contigo, hacer que todo quepa en él, que todo quede perfectamente compactado, puedes dejarte la chaqueta en el coche o el pañuelo sin poder evitar coger una neumonía o un resfriado común. Puedes empezar a planificar tus vacaciones o empezar a revisar páginas con ofertas dispares de trabajos, descartar los que no te van o ajustarte a los cambios. O llenar los huecos del día en horas en la piscina, con la música en tus oídos, cerrando los ojos e imaginarte bailando.
Justo como ahora él. Moviendo los hombros, siguiendo fortuitamente el compás. Haciendo como si nadie más le estuviese observando. Dulce cotidianidad, digo. 

domingo, 6 de mayo de 2012

Un grito de soledad




Un día tuve un sueño. 
Me desperté a tu lado, pero teníamos treinta. Habíamos dormido juntos. 
Eran las mismas sábanas que habíamos comprado seis años atrás, tu misma sonrisa y nuestra mirada felina. Tu cara era diferente. Estabas sólo, entonces. Yo estaba sola, por dentro. Compartíamos tarjetas de bienvenida, nos intercambiábamos los números de teléfono y la dirección postal. Nos encontrábamos en los cafés. Pero ya no estábamos juntos. Lo estábamos ahora, en aquella cama. Pero éramos diferentes, como una película en blanco y negro. Nos deseábamos sin decir nada. Nos cruzábamos por la calle con sendas parejas y ni nos conocíamos.  Nos citábamos a escondidas tres o cuatro veces al año, cada vez en una ciudad diferente. París, Roma, Madrid.. Nos inventábamos profesiones. Tu decías que recordabas la forma en que cerraba los ojos cuando hacíamos el amor y yo echaba de menos como ponías mi pelo detrás de la oreja. El móvil sonaba a veces, a media noche. Recuerdo aquella noche con extraña exactitud. Nos habíamos saltado las reglas. Nunca me habías invitado a tu casa. Todo estaba ordenado. Había ropa tendida y juguetes en el suelo. El grifo de la ducha dejaba ir una gota tras otra. La silla del comedor en el suelo. El té de regaliz que se coló por mi garganta. La sutil forma de desabrocharme la camisa, tus gafas de sol delicadamente colocadas en la mesa. El olor de tu colonia, en mi cuello. La forma en cómo me cogiste de la mano y dijiste: "¿bailamos?" Cuando cerré los ojos y me preguntaste si estaba bien. Que si no quería hacerlo, si no quería hacer esto, no ibas a enfadarte. Nosotros como si no hubiésemos acabado nunca, nosotros sin desprendernos de la juventud. Nosotros cómo si no pudiésemos dejarnos ir. Preguntándonos porque habíamos escogido ser sólo amantes. Porque queríamos ser conformistas pudiendo comernos el mundo, lentamente. 

martes, 1 de mayo de 2012

Pequeños trazos de la memoria

Aigues-Mortes.
Sabes, hay algo de ti que me gusta. Algo que no suelo decirte.
Me gusta cuando disimuladamente miras mi perfil en facebook y dices que salgo bien en las fotos.  Cuando tienes curiosidad por saber si he escrito algo en el blog o no. Cuando decides que es el momento de leerlo, a pesar de que te lo haya dicho yo dos horas atrás. Me gusta cuando lo lees estando yo a tu lado y la sonrisa del después. Cuando me preguntas porque hace días que no escribo. 
Me gusta cuando haces ver que te olvidas de las cosas, pero en realidad te importan más de lo que parece.  Cuando recuerdas nuestro inicio. Cuando hablas de otros y en realidad quieres hablar de ti, porque en realidad quieres oírme decir que sólo me gustas tú. Me gustas cuando estudiamos juntos y levanto la cabeza y me estás mirando a través del espejo. Cuando sonríes dulcemente. Cuando cocinas y te pones nervioso cuando revoloteo a tu alrededor. Cuando pregunto si puedo ayudarte y me observas.  Cuando caminamos juntos y tu mano busca la mía y en menos de un minuto se entrelazan. Cuando te doy besos en el cuello y se te pone la piel de gallina. Cuando te acaricio y siempre tienes cosquillas.  Me gusta cuando nos abrazamos en el ascensor. Cuando haces aquellas muecas tan graciosas, que siempre quiero hacerte una foto y no llego a tiempo.  Cuando mueves la cadera y los brazos al son de la música y dices que me imitas, pero ambos sabemos que yo continuo ganándote. Me gusta cuando me miras y siento que quiero seguir avanzando contigo.  Me gusta cuando intento convencerte de algo y continuas negándote. Me gusta recordarte en mi, cómo pequeños trazos que deben guardarse en mi memoria.