martes, 19 de marzo de 2013

Ha llegado el (des)hielo

Valencia
Un día de invierno del año pasado, no recuerdo cuando, empecé a escribir sobre una persona que había querido un montón (aquí y aquí).  Alguien que siempre había estado a mi lado (para todo), que siempre estaba cuando le necesitaba, si necesitaba que me llevara a algún lado o si quería asistir a un concierto y no  tenía acompañante. Mis sentimientos hacia él habían cambiado, no sabía explicarlos pero dije que había empezado a des-quererle. Pues bien, hoy después de un año, estoy empezando a recomponer los pedazos que me dejó. Estoy empezando a sentirme a gusto a su lado de nuevo, a que no me importe hablar con él de algunas cosas o a ir a su casa y que se sienta a gusto, que vea que puedo estar de nuevo ahí. Es un poco doloroso, porque por otra parte he empezado a mentir en casa, he empezado a ocultar algunas cosas, a contar las verdades envueltas en un caramelo agridulce pero no amargo. A veces, tengo que esconder cosas que me gustaría poder contar alegremente, sobretodo si yo misma me lo creo y lo siento. 
Quisiera que llegara un día que no me avergonzara decir todo lo que siento. Que no me sintiese mal por explicar las cosas, que no tuviera que justificarme o justificarle. Que no provocase gritos o malas caras. Ni comentarios a todas horas por algo que he hecho o que ha hecho porque si. Entiendo, que quizás es pronto para perdonar, jamás olvidaremos, pero debemos ser capaces de intentar pasar página, porque al fin y al cabo, la situación nunca volverá a ser como antes. Sólo conseguiremos que sea lo más llevadera posible. Así que sí, ahora es el momento de mirar para adelante, al menos intentémoslo. Yo prometo hacerlo. 

martes, 12 de marzo de 2013

Brasas de un fuego que encendimos juntos

Tu silueta se dibuja entre las sombras, fina y sugerente. Sin camiseta se te aprecia mejor. 
De espaldas a mi, acabas de desnudarte y la línea que llega a tu ombligo se eriza. La camisa yace en el suelo, la ropa revuelta. El agua cae,  poco a poco sobre tu torso desnudo, tus manos dibujan suaves círculos, echas la cabeza hacia atrás con ligereza. La música suena en el móvil. Me descubro fan de ti, de cada movimiento tuyo, de como cierras los ojos para que no entre champú en ellos, de como lentamente te giras y descubres tu sonrisa, y un guiño de risa se dibuja en tu boca. Avanzas tus brazos hacia a mí y me tiras hacia a ti y yo me mojo. La ropa, escasa, se pega a mi cuerpo y dibuja mis curvas, y se que te gusta. Quieres desnudarme y enjabonarme y todo con delicadeza. Protagonizamos nuestra propia película erótica que no porno. El resto lo dejamos a la imaginación. El vaho se ha instalado en el cuarto de baño, te escribo rimas en el espejo. Tú te secas con la toalla y yo mojo mis dedos en espuma. Abrimos la puerta y las palabras escritas se esfuman, pero quedan las miradas y las huellas en la piel. Pequeña gran noche de carícias eternas. Despedimos al invierno y saludamos una nueva estación que acecha sigilosamente, llena de sol.


jueves, 7 de marzo de 2013

Nuestro meridiano privado


Es miércoles por la noche y aquí empieza un nuevo capítulo de la historia. 
Tú y yo en el sofá negro del nuevo piso, la luz de casas ajenas colándose por nuestra ventana, la cena cocinándose a fuego lento, las noticias en la televisión y nosotros dos hablando abrazados sobre lo próximo que vas a comprar para la casa. Me miras y sabes exactamente que voy a pedirte. Te ries e imitas mi próximo movimiento. Rescatas fotografías en las que apareces con dieciocho años y los dos  reímos, yo te digo que jamás te hubiese besado y tu que soy mucho más guapa que la chica que aparece a tu lado. Entonces,  suena el teléfono, te levantas mientras me lanzas un beso al aire, y yo aprovecho para observar detenidamente cada rincón de este piso que ahora va a ser mi segunda casa, algún día tal vez, voy a vivir en él, incluso. Me imagino todo en su debido lugar, los cuadros colocados con delicadeza en la paret, la estantería perfectamente equipada, nuestra foto favorita de Granada adornando la paret desnuda de tu habitación. La ropa húmeda en el tendedero, mis pies tapados con la manta del avión, esperando a que vuelvas al comedor y puedas prepararme mi té favorito en el mundo, que te sientes otra vez, a mi lado y me cuentes novedades, me recuestes contra tu pecho y me des muchos besos y yo no pueda dejar de sentir que me encanta estar a tu lado; que el día es mucho mejor cuando lo compartimos.