domingo, 26 de junio de 2011

Alguien que me lleve a casa...

Madrid. Junio'11
A veces sólo necesitamos algo a lo que agarrarnos. Necesitamos un estímulo para salir de ese vacío en el que nos encontramos. Algo que nos demuestre que somos verdaderamente importantes. Que somos un poco imprescindibles. Que tenemos aquello en que muchos se esfuerzan por potenciar y en lo que muchos confían, que somos especiales, que algo dentro nuestro brilla con más fuerza. Que somos estrellas, rodeados de fragilidad, que a veces, nos rompemos en mil pedazos como una bombilla cuando cae al suelo. Hay gente que dice que conecta con la otra porque se enciende una llama en su interior que hace que brote un sentimiento que creía dormido. No sé. No lo he sabido nunca. Dicen que lo sientes o no. Hay algunos que creen que pueden explicarlo, otros que es eso lo que verdaderamente te salva. Otros simplemente creen que es algo más, algo que puede llegar a complementarte, que es bueno tener algo en común, no todo, entonces sería demasiado. Y lo que suena a demasiado asusta. Supongo que todo es cuestión de conceptos, de lo que nos han enseñado, lo que hemos leído o aprendido de la vida. Lo que hemos querido creer. Quizá son cosas que deberían enseñarte cuando eres pequeño, igual que a confiar en las cosas, a no perder nunca la ilusión, a ser niños en cuerpo de adultos. En tener inocencia, en que nos sigan gustando los pequeños detalles y en creer que las sonrisas pueden curar enfermedades imborrables. En que dar la mano o un abrazo son mucho más que tocar. En que eso, realmente es lo que te salva. Lo que puede derrumbar esa armadura de acero con la que hemos luchado tantas veces. Con la que hemos vivido parte de nuestra vida. Que seguirá ahí y volveremos a ella cuando todo vuelva a ponerse del revés, pero que deberíamos olvidar o dejarla una tiempo guardada en el fondo de nuestro armario. Sobretodo cuando las cosas pueden ir bien. 

martes, 21 de junio de 2011

Anecdotario 1


Cuando era pequeña y vivía en otra ciudad, todos los días iba al parque acompañada de mi muñeco favorito, Ignasi (no sé el porqué del nombre). Los dos nos balanceábamos en los columpios, los dos nos dábamos la mano, yo le daba besos y él me daba abrazos. Él se venía conmigo en el carrito y dormíamos juntos por las noches. Un día, vino Fede a verme. Y dejé a mi muñeco preferido sólo un minuto. Cuando giré la vista para comprobar que estaba ahí, se había esfumado. Fue la última vez que lo vi. Y sólo tengo una foto con él. No se, que niño pudo habérselo llevado. Olía a mi. A lo feliz que era con él. Ese día me enfadé un montón con Fede. Si él no hubiese aparecido allí con su sonrisa, Ignasi aún estaría encima de mi edredón. 
Recuerdo bien que Fede me dijo: eso pasa igual con las personas. Cuando estás feliz, a veces, sólo piensas en tu felicidad, pero se debe cuidar la de ambos. Debemos ser cuidadosos con lo que tenemos y no dejarlo escapar, vigilar. Es como una planta debes regarla día a día. Tener paciencia. Y aprender a que las cosas no siempre son como nosotros querríamos.
Supongo que todo esto lo entiendes bien cuando creces y maduras-dijo.


Menos de 3 días para los 23...
música aquí

jueves, 16 de junio de 2011


Platja de la Marquesa
Ayer la luna se nos acercó y nos habló. A mi me dijo que me encuentro completamente perdida y eso me gusta más de lo que hubiese podido imaginar. A veces, no puedo dejar de imaginarme contigo en cualquier sitio, haciendo locuras o simplemente perdiéndonos sin querer en una playa semi-desierta, con el sol a nuestras espaldas y el mar a menos de un metro de distancia. Descalzarnos, sentarnos y hacernos fotos de perfil. Que haya muchos besos y abrazos. 
Ayer te confesé que a veces, me vuelvo inocente y tu dijiste que te gustaba. Aunque tengo miedo, porque no se si tu "me gustas" es el mismo que el mío. Que no sabes si esto que nos pasa es pasión o hay algo más, y yo quiero creer que hay algo más. La noche de ayer fue mágica, no sólo por el eclipse lunar, si no porque no hubiese cambiado ese momento por nada; volvimos a escribirnos palabras bonitas en la piel y a susurrarnos en la oreja (que ya sabemos que son nuestros puntos débiles). Te conté que mi película de Disney favorita es "La bella y la bestia" y que me hubiese llevado a "Dumbo" a casa, porque es tan bonito y gracioso...y que Boo (la niña de Monstruos S.A.) me encanta. Y que por supuesto"El libro de la selva y la Sirenita" tenían un ritmo fenomenal. Luego te confesé que lo que más me gusta de mi trabajo es que la gente te da las gracias sólo por estar ahí y eso es lo que más reconforta, a veces incluso, les darías un abrazo, como si fueran tu familia. Te recordé lo guapo que estabas con el pelo engominado y que los próximos cinco días serán demasiado largos (sin nosotros). Que eso podía parecer como una hecatombe. Y que cuando volvamos a vernos crearemos universos infinitos. Te lo prometo.

lunes, 6 de junio de 2011

martes




El principio aquí
Amelia me preguntó: "¿Cómo se conocieron?". Y yo tuve que explicarle toda la historia como si de un cuento se tratara.
"Era un viernes por la tarde. Su mejor amiga le había recomendado una página de contactos, en la que podías encontrar gente muy interesante, sólo tenías que saber buscar. Y a ella, después de lo de X, le venían unas ganas enormes de conocer a alguien. Así que ese mismo día, después de haber charlado unas cuántas horas con ellos, se dispuso a quedar primero con I (su inicial). Fueron a tomar un chocolate con churros a una nueva cafetería que habían abierto en el centro. Faltaban dos semanas para Navidad. I resultó ser simpático. Su físico no le atrajo mucho, pero tenían cosas en común. Así que decidieron que seguirían quedando y hablando por msn. Por la noche, J le propuso de ir a tomar algo, una cerveza. Y ella accedió, total tampoco perdía nada en conocerle. Fueron a una cervecería y estuvieron más de dos horas hablando sobre diversos temas, pero ella notaba que con J no había atracción. Llegó la hora de pagar y pagó él y entonces dijo "la próxima vez, invitas tú" y ella pensó " ¿quién dijo que habría segunda vez?". J no la acompañó a casa. 
Un día de febrero, después de mucho hablar, J le dijo a ella, que si quería ir a cenar fuera. Y ella, poco convencida, pero con un sentimiento de culpa accedió. La cena fue tensa. No hubo más cenas en un tiempo.
Así que llegó abril, cena en el piso de su amiga, con J y se emborracharon. Tanto como para que meta se materializara y la noche acabara a los besos con J, en el portal de su casa. A partir de ahí...otras historias vinieron...